Resulta siempre sospechoso ver como determinadas cuestiones se nos venden como certezas cuando son, por diferentes motivos, falsas. Leyendo determinados libros sobre psicología me encuentro con que habitualmente se correlacionan las horas de práctica en un determinado campo con el encuentro de la excelencia en el mismo. Yendo más allá, se supone que en diez años de práctica (o sea una dedicación de unas 10000 horas) cualquier persona puede acceder a la consideración de ser considerado excelente en determinada actividad. Un mito repetido hasta la saciedad, con diferentes variables (según el método educativo que nos quieran vender), que se considera como válido cuando tiene poco de veraz.
Estos últimos días ha llegado a mis manos un
estudio publicado en la revista Intelligence, donde Zack Hambrick, profesor titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Michigan, cuestiona (o más bien niega) la máxima de las horas de práctica para conseguir la excelencia. Realiza un estudio en el ámbito musical y en el mundo ajedrecístico donde se demuestra que el número de horas de práctica es poco relevante para ser considerado como valor absoluto. Que hay otro tipo de factores que van a influir en esa "excelencia". Que uno por mucho que practique, si no reúne unas determinadas características innatas, poco va a poder ser un gran experto en una actividad concreta.
Practicar es realmente importante para alcanzar un rendimiento de élite, pero este trabajo no es suficiente para ser un experto totalmente. Pero la evidencia deja bastante claro que hay personas que llegan a un nivel de élite sin llevar a cabo tanta práctica, mientras que otros practican muchísimo y nunca llegan a ese nivel
Por tanto, olvidémonos de relacionar el número de horas con alcanzar la experiencia en algo. Olvidémonos que un médico va a ser excelente por el hecho de realizar cientos o miles de operaciones. Desterremos la idea de que un buen docente es aquel que lleva muchísimos años en el aula. Redefinamos un sistema donde se debe buscar el límite dentro de las posibilidades reales de uno. Que uno no aprende inglés en 80 horas con un método mágico.
El estudio anterior tiene una importancia capital para el sistema educativo: el de la necesaria personalización del aprendizaje. Debemos llevar a los alumnos a su máximo. Un máximo potencial que tiene muy poco que ver con un currículum común basado en asignaturas-hora y mucho más con un currículum a medida que permita aprovechar las características innatas de nuestros alumnos, mejorar sus debilidades y permitir que puedan llegar a ser los mejores profesionales por sus habilidades innatas. Habilidades que no siempre tienen que ver con el dominio de lenguas o matemáticas y sí mucho con un desarrollo personalizado.
Tal como concluye el estudio, la práctica es importante, pero mucho más personalizar el objetivo individualizado del aprendizaje.
Si a las personas se les da una evaluación precisa de sus habilidades y la probabilidad de alcanzar ciertas metas dadas esas habilidades si que pueden alcanzar un dominio excelente en la materia que elijan y tienen una posibilidad real de convertirse en expertos mediante la práctica deliberada
El día que un país entienda lo necesario que supone dejar de globalizar su sistema educativo y llegar a la máxima personalización del mismo, quizás consigamos una sociedad formada por ciudadanos cuyo trabajo sea el resultado de sus habilidades potenciadas a lo largo de sus años de escolarización. Hasta entonces lo único que obtendremos son profesionales que estarán trabajando en determinados ámbitos haciéndolo lo mejor posible pero siempre desperdiciando, en muchas ocasiones, sus potencialidades.
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