A veces pensamos en los científicos como seres puros, angelicales, que chapotean en su bañera esperando gritar ¡Eureka! Newton sentado en su jardín y viendo como la manzana caía al suelo y preguntándose porqué no sucedía lo mismo con la Luna, Ramón y Cajal observando cortes del cerebro en la cocina de su casa sin darse cuenta de lo que pasaban alrededor. Einstein elucubrando sobre el espacio cósmico y la relación entre la masa y la energía mientras se fumaba una pipa. La realidad no es así. Las figuras de estos grandes sabios quedan incompletas si no atendemos a sus pasiones, defectos e implicación en los temas de su mundo y su época. Se conserva un listado de Newton de los pecados que había cometido a los 19 años y entre ellos se encuentra el “haber amenazado a mi padrastro y a mi madre con quemarles vivos y quemar la casa”. Cajal, padre de familia numerosa, montó una librería para vender sus libros y que fuera una fuente de ingresos para uno de sus hijos y
Einstein fue un ciudadano activo de su siglo oponiéndose al uso de la fisión nuclear como arma de guerra, presionando a los políticos estadounidenses y rechazando ser el primer presidente de Israel. Me gusta también que sean humanos y que tengan sentido del humor. A Einstein, por poner un ejemplo, le paraba la gente por la calle y le pedían que les explicase “esa teoría”. Cansado de esos momentos, decidió contestar “Discúlpeme, lo siento, siempre me confunden con el profesor Einstein”.
Paul Broca (1824-1880) es uno de los grandes de la Neurociencia y un hombre comprometido. Su padre, Benjamín, fue médico rural pero anteriormente había sido cirujano en el ejército napoleónico
hasta su derrota en Waterloo donde estuvo presente y es probable que las ideas sobre la sociedad civil, el servicio público, la separación Iglesia-Estado que “le Petit Caporal” extendió por Europa permearan al padre y de él al joven Paul. Su madre, conocida por su gran inteligencia y por una memoria prodigiosa, era hija de un pastor protestante algo que también contribuyó en gran medida a su educación. T
ras la restauración monárquica, estas ideas de hugonotes y bonapartistas eran muy controvertidas y la Iglesia católica y las monarquías de Luis Felipe I y Napoleón III intentaron “limpiar” Francia de los ideales revolucionarios y republicanos.
El joven Broca decidió seguir la carrera de su padre y estudiar medicina Muy pronto demostró su pericia como cirujano además de su talento para los idiomas, la pintura y la música, convirtiéndose desde muy joven en un profesional respetado y valorado. Su primer gran descubrimiento fue la demostración de que las células cancerígenas pueden dispersarse a través de la sangre explicando la presencia de metástasis. En 1848, Paul Broca fue nombrado catedrático de Anatomía en la Universidad de París. Allí describe la distrofia muscular como una afección primaria del músculo antes que Duchenne; describe el raquitismo como una enfermedad nutricional antes que Virchow y propone la expansión del cáncer por el sistema circulatorio independientemente de von Rokitansky. Su moderna visión de la medicina basada en la firme creencia de que el trabajo del laboratorio y la clínica deben unir fuerzas para mejorar la atención al enfermo le abren las puertas del potente sistema de hospitales de París. En 1859 funda la Sociedad de Antropología de París, lo que hizo que tanto la Iglesia como el Estado estuviesen aún más en su contra, ya que rechazaban los estudios antropológicos y los consideraban como algo nocivo y materialista.
Apoya la Teoría de la Evolución de Darwin, quien ha publicado ese mismo año su “Origen de las especies” y eso a pesar de sus sólidas creencias cristianas. Se le cita diciendo “
prefiero ser un mono transformado que el hijo degenerado de Adán”, unas ideas por las que fue denunciado por materialismo y, como Sócrates, por corromper a la juventud. En las reuniones de dicha sociedad antropológica, la Gendarmería enviaba un agente a escuchar a los conferenciantes para controlar si decían algo contra la religión, la sociedad o el gobierno, un trabajo que tuvo que hacer también un policía vecino mío en mi época de estudiante y que comentaba que le había dado una gran cultura y un gran placer a pesar de las miradas recriminatorias de los estudiantes.
En el momento en que Paul Broca se convierte en una figura pública, el debate sobre la localización cerebral de las funciones superiores (inteligencia, lenguaje, sentimientos, planificación…) estaba muy polarizado. Por un lado, esta discusión tenía una parte más puramente académica sobre el funcionamiento del sistema nervioso central que discutía si el cerebro actuaba como un todo (holismo) o estaba dividido en zonas con funciones específicas. Por otro lado, estos aspectos científicos se conectaban inmediatamente con la controversia sobre la unidad y la inmaterialidad del espíritu humano, del alma. Si el alma era equiparable a la personalidad, a la mente, no tenía sentido que sus acciones estuvieran compartimentalizadas, separadas en sectores estancos. Si las funciones estaban compartimentalizadas, la idea del alma tal como la sostenía la Iglesia católica debería replantearse. Como ocurre en la actualidad con otros temas como la clonación o las células madre, el debate sobre la localización cerebral adquirió dimensiones sociales y políticas. Hartos de la interferencias en la vida cotidiana del clero católico y los monárquicos, los intelectuales franceses, librepensadores y republicanos, pensaron que la ciencia era su aliada natural y que si conseguían demostrar que las doctrinas religiosas eran erróneas, estaban basadas en la superstición y la incultura, la Iglesia y sus aliados políticos, el clero y los clericales, perderían autoridad y tendrían que dejar paso a nuevas ideas, a una nueva sociedad. Había que demostrar que el cerebro tenía distintas zonas encargadas de funciones diferentes.
Broca era el candidato ideal para este estudio. Era un neuroanatomista excepcional y llevó a cabo importantes estudios sobre la región límbica, antes considerada parte del rinencéfalo (el cerebro olfativo) y que ahora sabemos está involucrada en el procesamiento de las emociones.
Dos zonas en el cerebro llevan su nombre: la llamada banda diagonal, una región del telencéfalo muy implicada en la enfermedad de Alzheimer y el área de Broca, una pequeña región en la tercera convolución del lóbulo frontal izquierdo de la que ahora hablaremos. Tenía un gran interés sobre el cerebro humano, lo que hizo que dentro de la Anatomía desarrollara una parte importante de la base científica de la Antropología. Los siguientes trabajos dan una idea sobre su investigación antropológica:
- “Sobre el cráneo y cerebro del asesino Lemaire”
- “Presentación del cerebro de un gorila adulto macho”
- “Sobre el cerebro del asesino Prévost”
- “Sobre la supuesta herencia de las características accidentales”
- “La inteligencia de los animales y el dominio de los humanos”
- “El orden de los primates: paralelismos anatómicos entre el hombre y los simios”
- “El origen del arte de hacer fuego”
- “Sobre monstruos dobles”
- “Discusión sobre microcéfalos”
- “Trepanación prehistórica”
- “Sobre dos casos de dígitos supernumerarios desarrollados en edad adulta”
- “Las cabezas de dos nuevocaledonios”
- “Sobre el cráneo de Dante Alighieri”
Broca estaba predispuesto a considerar al cerebro como un órgano con funciones localizadas en sectores diferentes y su éxito llegó con el lenguaje. El 4 de abril de 1861 en un encuentro de la Société d’Anthropologie, Broca asistió a la presentación de Ernest Aubertin, una conferencia novedosa sobre la localización cerebral del lenguaje articulado. Bouillaud había publicado un artículo que usaba observaciones clínicas para apoyar las teorías de Gall, el frenólogo, de que la facultad del lenguaje articulado reside en los lóbulos frontales del cerebro. Durante 40 años Bouillaud había conseguido mantener esta hipótesis viva, reuniendo más de cien casos pero distintos motivos incluido el desprestigio de la Frenología habían impedido convencer a sus colegas. En aquella reunión, Aubertin prometió creer estas ideas si se daba un solo caso de pérdida del habla sin que hubiese lesión en el lóbulo frontal. Intrigado Broca decidió estudiar aquella hipótesis de Aubertin.
En 1861, le llevan un paciente de 51 años llamado Louis Leborgne pero al que apodan “Tan” porque es la única palabra que es capaz de pronunciar. Aunque tiene esa afasia, pérdida del habla, sus labios y su lengua no están paralizados y entiende lo que se le dice. Por suerte para Broca y mala para Leborgne, muere seis días después y cuando Broca le hace la autopsia se encuentra que tiene una lesión en el lóbulo frontal izquierdo. Sin embargo, no es algo concluyente porque hay también áreas lesionadas en los lóbulos parietotemporales. Seis meses más tarde llega un segundo caso de afasia, Monsieur Lelong. De nuevo, la autopsia revela daño en las circunvoluciones posteriores de los lóbulos frontales. El caso de “Tan” se convierte en un vuelco para las Neurociencias, en el caso crucial que persuade a muchos especialistas de que hay funciones localizadas en zonas específicas de la corteza algo que hasta entonces había sido un anatema.
Basándose en todas sus observaciones clínicas, Broca plantea que existe un centro en el cerebro para el funcionamiento del habla y que está localizado en esa zona, cerca de la tercera circunvolución. Ahora la llamamos el área de Broca. Aunque otros investigadores como Aubertin y Bouillaud ya habían presentado incluso un número superior de casos, Broca es el que consigue el apoyo general porque se juntan una serie de razones:
- Broca proporciona mucha más información incluyendo una historia clínica detallada, el énfasis sobre el lenguaje articulado (frente a otros defectos del habla) y la búsqueda en la autopsia del sitio preciso de la lesión.
- Broca demuestra que su localización no coincide con la de los frenólogos, cuyo desprestigio sigue muy vívido en la memoria de todos. Gall había situado el habla detrás de la órbita del ojo; Broca, por el contrario, lo localiza en la tercera circunvolución frontal, una localización más posterior y más lateral.
- El espíritu de la época ha cambiado y los especialistas distinguen con claridad entre el desacreditado sistema de “bultos en el cráneo” de Gall y Spurzheim para la localización de funciones y un conjunto riguroso de observaciones basadas en el daño cerebral y los trastornos neurológicos resultantes.
- El propio prestigio de Broca, considerado un científico de primer nivel, un cirujano excelente, un médico prudente, el fundador de una sociedad bien valorada, y un hombre comprometido y con visión.
Pero había otro dato importante: la gran mayoría de los casos de Broca mostraban una relación entre la afasia y el daño en el lado izquierdo del cerebro. Cuatro años después de la publicación de su ensayo “Du siège de la faculté du langage articulé”, Broca, estableciendo las correlaciones entre la anatomía y la clínica, concluyó que “
la habilidad para el lenguaje articulado está alterada únicamente en lesiones del hemisferio izquierdo … esto nos lleva a la conclusión que las dos mitades del cerebro no tienen las mismas propiedades.” Es el descubrimiento de la lateralización o asimetría cerebral, la separación de funciones entre el hemisferio cerebral derecho y el izquierdo, lo que desmontaba las teorías holísticas. También fue una de las primeras indicaciones de que existían funciones específicas cerebrales en lugares particulares del cerebro, y que hay una conexión entre anatomía y función, como ponían de manifiesto las lesiones causadas por un ictus o un trauma.
Broca fue asimismo un pionero en la neuroimagen, el estudio de la localización de la actividad funcional del cerebro, para lo que inventó una “corona termómetro” un artilugio con el que pensaba que podía medir las variaciones de temperatura de la superficie del cráneo debido a los cambios en la actividad cerebral.
Un artículo publicado en 1861 por el Boletín de la Academia de Medicina señala que cuando realizamos una tarea que requiere concentración a un participante, es posible observar un aumento en la temperatura del cráneo situado sobre los lóbulos frontales. En la actualidad medimos y visualizamos los aumentos en la sangre oxigenada que llega a una región cerebral que está mostrando un incremento de su actividad.
Broca utilizó la hipnosis como anestesia en pacientes de cirugía. También contribuyó en otras áreas, como en la anatomía comparada de primates, y en el diagnóstico del cáncer, introduciendo el uso del microscopio en la anatomía patológica y forense. Hay que destacar también su compromiso con la Salud pública. Realizó estudios relacionados con el tema, y publicó varios trabajos, entre otros sobre mortalidad infantil, el desarrollo de la población en Francia, y el servicio médico en la Armada francesa. También se interesaba por el cuidado de la salud de los pobres y fue vicepresidente del Consejo de Asistencia Pública. Como senador de la República, elegido en 1880, fue partidario de que la educación de la mujer fuese independiente de la Iglesia y también fue miembro de la Academia Francesa. Se le describe como una persona generosa, apasionada y amable. Era honesto y admirado por todo el mundo. Se dice de él, que “
nunca hizo un enemigo, y nunca perdió un amigo”.
Broca fue una persona tranquila, amante sobre todo la serenidad y la tolerancia. Falleció a los 56 años.
Carl Sagan en su libro “El cerebro de Broca” dice así de él:
Broca fue un hombre brillante y apasionado, con una ferviente dedicación al tratamiento médico de las capas sociales más míseras. Al amparo de la noche y con riesgo de su propia vida, consiguió en cierta ocasión sacar clandestinamente de París en una carreta tirada por caballos setenta y tres millones de francos dentro de unas maletas escondidas bajo montones de patatas; se trataba de dinero de los fondos de la Asistencia Pública que, según su opinión, corrían peligro de inminente pillaje. Fue el fundador de la moderna cirugía cerebral.
Preguntado sobre todo lo que había logrado en la vida Broca contestó:
¿Cómo logré lo que hice? Nunca hice planes, nunca sabía hacia donde me dirigía. He sido guiado por el instinto más puro, más inocente. No he sido conducido por el interés ni por los honores o el dinero. Tan solo lo hice por el impulso ciego de forzar los secretos de la naturaleza, los animales y los hombres
El cerebro de Broca se encuentra en el Museo del Hombre que él contribuyó a crear y su nombre está inscrito en la Torre Eiffel. Un buen homenaje a un patriota francés.
Para leer más:
- Finger S (1994) Origins of Neuroscience. A history of explorations into brain function. pp. 32-50. Oxford University Press, Nueva York.
- Finger S (2000) Minds behind the brain. A history of the pioneers and their discoveries. pp. 143-144. Oxford University Press, Nueva York.
- Stern MB (1971). Heads & headlines: the phrenological Fowlers. University of Oklahoma Press, Norman.
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